Por favor, no me ayudes

Dhamma Personal: Un Rezo Diario desde la Oscuridad a la Luz

Comprendo, desde la experiencia, que el dolor, y sobre todo el de la existencia misma, me vuelve egoísta. Me encierro, por la aversión y el deseo, en una coraza de autoindulgencia, autocompasión y mucha mierda. Nada parece más importante que yo cuando el dolor se convierte en sufrimiento y me siento atrapado en un remolino que me impide ver algo más que a mí mismo y el desastre que es el mundo. Es frustrante, sobre todo cuando soy consciente de ello. Sin embargo, comprendo que si no tuviera estos momentos, no podría experimentar el lado opuesto: la paz, la calma y la armonía. Estas son sensaciones que nacen del amor y desembocan en la entrega de uno mismo para los demás, en gestos tan simples como regalar una sonrisa, ceder el paso o ayudar a alguien. ¡Cuánta razón tenía el Buda(Iluminado) Cristo, al decir “Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo”! Cuando uno se ama a sí mismo tanto y con tanta conciencia, puede amar a los otros como a uno mismo. En otras palabras, primero debes tener para ti lo que quieras dar a los demás. Esta es la verdadera dicotomía de los filósofos, los únicos polos opuestos de los prehispánicos, el principio del ritmo de los herméticos, el cielo y el infierno en nosotros mismos. Por eso, todos los días debo recordar repetirme: ¿Qué quiero darme y dar a los demás hoy? Aunque a veces gane el dolor y aunque a veces la única salida posible sea la última experiencia por finiquito de la vida, este es mi pan de cada día, este es mi rezo, mi camino, mi Dhamma.

El Colega